jueves, 20 de octubre de 2011

el madero de la humildad

DÉJATE LLEVAR POR EL MADERO DE SU HUMILDAD



Debemos atravesar el mar de la vida, debemos llegar a Jesús que es nuestra felicidad. Dejarse llevar por el madero de su humildad ¿Qué es la confesión, sino aceptar humildemente dejarse llevar por Jesús, por el madero de su humildad? Quien se confiesa bien, se hace santo, hacerse santos quiere decir que la presencia de Jesús se vuelve cada vez más querida, más cercana, cada vez mas estupenda, como dice una estrofa del himno medieval ¡oh Jesús, dulcísimo para mi, esperanza de mi alma que suspira; como decimos en la salve Regina: te buscan las piadosas lagrimas. Incluso cuando el grito del corazón no llega ni siquiera a nuestros labios. Si los confesamos bien, su belleza, su dulzura se vuelve más querida y más cercana a nuestras vidas.

En el pasaje de la negación de Pedro vemos que Pedro niega a Jesús por tres veces. San Ambrosio dice: creó el cielo y no leo que descansara, creo la tierra y no leo que descansara. Creó al hombre y entonces descansó, pues ya tenía un ser a quien perdonar los pecados, que buenas son las lagrimas que lavan los pecados, por eso todos aquellos a Jesús mira, lloran Pedro negó por primera vez y no lloró, porque aun no le había mirado Jesús; Pedro negó por segunda vez y no lloró, Pedro negó por tercera vez. Jesús lo miró y Pedro lloró con amargura. El llanto no viene del pecado. Todo el que comete pecado es un esclavo del pecado. El pecado nos conduce al vicio, no al llanto. Cuando Jesús mira se llora y se llora al acordarme de él. No se llora por la humillación, se llora porque somos amados. Para que aprendamos a llorar nuestros pecados; por eso el pecado de los santos es útil no me ha acarreado ningún daño a que Pedro lo traicionará, me ha sido más útil el hecho de que Jesús lo perdonara. Sigue san Ambrosio: a quien Jesús mira lo salva. Pedro traicionó con la palabra pero no con el corazón, Jesús ve con ternura a Pedro, Pedro lloró y así lavó su propio error.

San Ambrosio comentando el salmo 118, 8 “tú eres mi ayuda y mi sostén y espero en tu palabra”, con la ley nos ayudas, la ley hace conocer los andamientos de Dios, la ley nos hace ver lo que hay que hacer y evitar. La gracia tiene la característica de tomar en brazos y por tanto de hacer andar en el camino. He esperado en tu palabra, es decir en tu venida, un niño no espera abstractamente en su madre. El niño espera que su madre este a su lado;  que vaya a su lado que tu vengas y tomes en brazos a los pecadores, perdona nuestros delitos y como pastor nos pongas en tus brazos, es decir, en tu cruz, que bello en tu palabra he esperado, es decir, en tu venida y tomes en brazos a esta oveja que soy yo, si uno espera en Jesús se debe alejar de la compañía de los malos. Pon tus ojos Jesús en los que caemos y levántanos con tu mirada, si tú nos miras los pecados caen y en el llanto la culpa se disuelva.

Ofrece tu mano a los que hemos caído, tú que al ladrón que te reconoció abriste las puertas del paraíso no ha hecho nada ese asesino. Solamente lo reconoció y pidió a Jesús acuérdate de mí cuando vayas a tu reino. Solamente en ese doble reconocimiento “Jesús acuérdate de mí” como en el sacramento de la confesión “yo te absuelvo” así se nos comunicará a nosotros la salvación en Jesús.

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